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Querido Amor


Imagen tomada del libro Cartas A Julieta (1950) - Gonzalo Arango del Fondo Editorial de la Universidad EAFIT

No hace mucho leí varias de las bellas cartas que el joven perdido en ti le escribía antaño a la muchacha de piel clara y de letras inconstantes. En ellas se manifiestan varios sentimientos que por momentos parecen pelearse entre sí: las desmedidas ganas de entender el mundo a través de la filosofía y la literatura, la extraordinaria tristeza por no escuchar del ser amado en 24 horas, la grata manera de extrañar a la tierra madre y el descomunal amor por una sola mujer.


Aquellos son los principales ingredientes que en 1950 hicieron parte de las cartas que el entonces joven Gonzalo Arango le escribía a Julieta González O. Han pasado ya 65 años desde entonces y 39 desde la muerte del poeta. Tanto tiempo transcurrido después el Fondo Editorial de la Universidad EAFIT logró obtener de las manos de la mujer amada las cartas de quien parece su eterno enamorado. Y como parte de su colección Rescates, se publicó este año Cartas a Julieta (1950).


Paseando por Cartas a Julieta, puede uno encontrarse allí de frente al escritor y poeta que más tarde formaría parte importante de la fundación del nadaísmo. Pero todavía no es este un Gonzalo que reprocha la vida, no es uno que rompe con la moral tradicional, como luego logró hacerlo expresando ideas como esta: “hemos engañado a las amantes con votos de fidelidad, pero las traicionamos con rameras que nos aseguran bajo juramento de honor las cruces de la sífilis, y una maravillosa colección de blenorragias” (Arango, 1993).


El Gonzalo de Julieta es un humilde hombre cuya esencia está casi llena de la mujer a la que ama, es un poeta cuyo porvenir y cuya confianza dependen de su amada, quien comparada con Dios, tal como él declara, no es menos que otro ser superior: “(…) pero es que para mí existen dos seres superiores que pueden asegurarme la felicidad: Dios en la eternidad, y tu amable personita, en la tierra, por eso, yo los estimo a ambos con igual reverencia (…)”.


Yo, que nací cobijada por una generación que todavía creía en el amor eterno – tal vez más por tradición que por sentimiento-; yo, que he recibido tontas declaraciones no más que a través de palabras corrientes y atiborradas de emoticones en conversaciones llevadas a cabo por redes sociales; yo, que reconozco hacer parte de una generación que poco sabe de amar, sé que somos muchos quienes estaríamos encantados de encontrar al final de la jornada un sobre con un ser amado allí adentro.


¿Cómo habría amado Gonzalo Arango a Julieta González de tan vasta manera en una sociedad donde el amor se mide en corazones enviados por whatsapp? Amor, ¿qué tendremos entonces que hacer nosotros, los pertenecientes al siglo de las grandes tecnologías, para encontrarte en una cosa tan pura y tan eterna como una carta escrita por una mano que llora lo que la mente le indica?


Y entonces vuelvo a leer estas cartas, de las cuales eres base y materia prima, y me encuentro a veces con pasajes que me dan indicios de lo que tal vez pudo haber pasado contigo. Pasajes que me señalan hacia dónde te fuiste, por lo menos en la vida de Gonzalo Arango: “Hace algunos días te manifestaba el proyecto de escribir algo extenso sobre “El Existencialismo”, aún estoy entregado a ello; tengo la convicción de que si llego a interpretar bien esta doctrina filosófica, mi esperanza de llegar a ser algo, será una realidad indiscutible (…)”.


Parece que te quedaste Amor en la mano de Gonzalo y te contagiaste de la corriente existencialista que más tarde lo impulsó a catalogarse a sí mismo como un nadaísta. Te quedaste Amor balanceándote en una corriente de la nada. Abandonado, en palabras del poeta, junto al credo, el fanatismo, la esperanza, los recuerdos y la felicidad, “no por otros idealismos, sino a cambio de nada, o por una oceánica indiferencia” (Arango, 1993).


¿Será entonces que nuestra generación agarró del amor nadaísta esa falta de sustancia? Parece que nos quedamos solo con la palabra y que al sentimiento que tú encarnas lo engañamos con la facilidad de conseguir los bienes que como pronto vienen pronto se van.

Ingenuo es esperar que en pleno 2015, 65 años después de que Julieta González recibiera a su amado envuelto en un sobre, uno de nosotros pueda llegar al final de la jornada y encontrar en casa, escrita a mano, la carta que explique qué pasó contigo Amor, adónde te fuiste y por qué te manifiestas en corazones si en realidad te sientes en el estómago.

“Esperando la vida en tus palabras, me quedo pensando en ti y en mi porvenir”,


Tu enamorada.

TODO LO QUE HAY AQUÍ FUE HECHO CON AMOR

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